El tiroteo en Dallas, Texas, que ayer acabó con la vida de nueve personas y causó heridas en otras siete, solo es un síntoma rutinario de la enfermedad de la violencia que sufren los Estados Unidos desde hace décadas, pero que se ha agravado en los últimos años bajo la actual administración de Joe Biden.
La violencia ha llegado a niveles dantescos y a menos de 5 meses de transcurrido el 2023, este fenómeno de violencia ya registra 6,284 fallecidos en un total de 200 tiroteos, lo que sigue llenando de luto a una sociedad que, a pesar de los tiroteos cotidianos, sigue defendiendo, en su mayoría, la portación de armas de fuego de todo calibre.
De acuerdo con las estadísticas, se registran en promedio casi dos tiroteos masivos diarios, desde 2020, lo que significa más del doble de los promedios de la década 2010-2019, sin que los líderes políticos de turno puedan encontrar una solución al fenómeno,
Esta realidad cotidiana de los Estados Unidos contradice la política exterior del gobierno estadounidense que con frecuencia lanza alertas a sus compatriotas para que dejen de visitar algunos países, bajo el argumento de que esas naciones son peligrosas para la integridad de los ciudadanos de EE.UU.
Para el caso, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, publicó una nueva alerta de viaje a El Salvador, el 7 de marzo pasado, pues, a pesar de reconocer que “se ha dado una reducción importante en la actividad relacionada con las pandillas”, asevera que continúan los hechos criminales, lo cual justifica con una extraña y confusa argumentación: “Las áreas con mayores índices delincuenciales a menudo están localizadas muy cerca de áreas de menor delincuencia o deben cruzarse para moverse entre áreas de menor riesgo”, señala.
