Joaquín Ciria, de 61 años, fue declarado inocente 32 años después de ser sentenciado a cadena perpetua por un crimen que no cometió en 1990.
El Tribunal Superior de San Francisco, California lo absolvió del crimen luego que el Proyecto Inocencia del Norte de California (NCIP) y la Comisión de Inocencia probaran que las pruebas no eran suficientes para que el estadounidense pasara en prisión el resto de su vida.
Las entidades pasaron 18 meses revisando informes policiales y otros documentos judiciales, y descubrió una serie de errores en la investigación inicial, entre los que se cuentan la coacción policial a un testigo clave que era un adolescente en el momento del incidente.
Ciria tenía testigos que nunca fueron llamados a confirmar su coartada, no hubo ADN, ni huellas dactilares, ni arma homicida que lo culparan de los delitos.