A pesar de su derrota en Siria e Irak, el grupo yihadista Estado Islámico mantiene su presencia en esos territorios, pero también ha extendido sus actividades terroristas a otros países como Paquistán y Afganistán, este último gobernado desde 2021 por los talibanes, otra milicia fundamentalista que tiene al cumplimiento estricto de la sharia como principal combustible ideológico para mantener su accionar y atraer simpatizantes y militantes.
Pero, a diferencia de la milicia talibán que prácticamente es un movimiento de raíces y objetivos locales, el Estado Islámico se ha convertido en una amenaza regional, debido a que se autoproclama un califato para los musulmanes, tanto en el tema religioso como político, sin importar los límites fronterizos de cada país, actualmente gobernado por apóstatas, según la opinión de estos yihadistas.
Tras la salida de las tropas estadounidenses de Irak, el EI acumuló una fuerza militar formidable que permitió a este grupo la toma fulminante de extensos territorios iraquíes y la caída vertiginosa de ciudades que, en teoría, estaban resguardadas por el nuevo ejército iraquí «entrenado por occidente».
Con una fuerza arrolladora, el Estado Islámico se diseminó en Irak y luego avanzó sobre Siria, gracias a una estrategia mediática de terror, centrada en la decapitación de sus enemigos (transmitidas en directo por el grupo), más la debilidad institucional del gobierno iraquí establecido durante la ocupación occidental, que permitieron a este grupo la toma fulminante de extensos territorios iraquíes y la caída vertiginosa de ciudades que, en teoría, estaban seguras.
Los talibanes tampoco son un grupo basado en la defensa de los derechos humanos ,y a su retorno al poder, en 2021, comenzaron a imponer sus reglas de índole religiosa, como la prohibición de la educación para las mujeres y niñas, prohibición de las fiestas y la instauración del burka para las mujeres, una especie de velo con una pequeña ventanita sobre los ojos para poder ver.
Pero al Estado Islámico le parece demasiado blanda la brutalidad de los talibanes y exigen más dureza de parte de sus líderes. Las acusaciones van en serio y esta semana, el IE se atribuyó el atentado que costó la vida al vicegobernador Nisar Ahmed Ahmadi, en la provincia de Badajshán.
«Que los líderes de la milicia (de los talibán) sepan que la rueda de la guerra marcha contra ellos, como los muyahidín han prometido. La yihad es el destino de Dios y nadie la parará», advirtió el grupo extremista a los talibanes. El accionar del EI en Afganistán ha venido en aumento desde la llegada de los talibanes al poder.
El estado islámico ha seguido golpeando a los talibanes, y el miércoles, en un atentado a la mezquita donde era velado el vicegobernador Ahmadi, mató al ex jefe de policía talibán de Baghlan, fue asesinado por un artefacto explosivo improvisado fuera de la mezquita en Badakhshan junto con docenas de miembros talibanes. El ala talibán de Samim Mullah Akhundzada.